El pasado viernes 21 de febrero, un fatídico suceso conmocionó a la ciudad de Trujillo. El techo del patio de comidas del Real Plaza se desplomó, dejando un saldo de seis fallecidos y 81 heridos, de los cuales 39 aún permanecen hospitalizados. Este desastre no solo sumergió a muchas familias en el dolor, sino que también desató un intenso debate sobre la responsabilidad de la empresa dueña del centro comercial, el Grupo Intercorp.
Grupo Intercorp: un gigante bajo la lupa
El Grupo Intercorp es uno de los conglomerados empresariales más importantes del país, con inversiones en sectores clave como la banca, el retail y la educación. Su cadena de centros comerciales Real Plaza es una de las más grandes y concurridas del Perú. Sin embargo, el colapso en Trujillo ha puesto en entredicho la seguridad en sus instalaciones y la diligencia con la que supervisan sus infraestructuras.
Impacto económico: el golpe a los negocios locales
El cierre parcial del Real Plaza Trujillo ha afectado gravemente a los negocios que dependen del flujo de clientes del centro comercial. Comerciantes y trabajadores enfrentarían una caída en sus ingresos, mientras la incertidumbre sobre la duración de la medida genera temor en el sector. Además, este incidente podría influir en la percepción de los consumidores respecto a la seguridad de otros centros comerciales, provocando un cambio en sus hábitos de compra.
Paradójicamente, esta crisis podría ser una oportunidad para el comercio local y los emprendedores. Con el Real Plaza parcialmente inhabilitado, los consumidores podrían voltear la mirada hacia negocios independientes y marcas peruanas, reduciendo la dependencia de los grandes conglomerados. Sin embargo, la gran interrogante es si este cambio de hábitos será duradero o si, una vez superada la crisis, todo volverá a la normalidad.
Seguros y responsabilidad: la otra cara de la tragedia
Ante esta situación, Real Plaza debe activar su póliza de seguro de responsabilidad civil para garantizar la atención médica de las víctimas y mitigar posibles sanciones legales. Mientras tanto, las investigaciones siguen su curso para determinar las causas exactas del colapso y deslindar responsabilidades.
Reflexión final: ¿Hasta cuándo?
La desinformación fue un enemigo adicional en esta catástrofe. Informes contradictorios en los medios, autoridades que parecían paralizadas y una oleada de videos que evidenciaban la fragilidad de una estructura que, en teoría, nunca debió ceder. La incertidumbre creció con cada testimonio, con cada imagen desgarradora.
Días después, la pregunta sigue en el aire: ¿Cuántas tragedias más necesitamos para que la seguridad deje de ser un lujo y se convierta en una prioridad real?
